Narradores profesionales es una expresión poco usable en el medio literario nacional; lo que hay son mas bien aficionados, jugadores de rayuela corta que requieren de la literatura como un espacio en el cual armar comunidad, tomarse unos tragos, pelar el ambiente y autodenominarse los papitos de flow, los que la llevan en el Patio Bellavista: ¿me entienden?
Así cualquiera. Entonces por qué no incluir también la primera novela de Antonio de Santos, Cuando despierto con una puta coloco Brahms. Ese titulo, bastante ridículo en su afán de espantar, enmarca este relato bárbaro, poco pulcro e incluso torpe, que sin embargo es vivido, lleno de energía, de rabia, de impetuosidad. Exacto: impetuosidad. Una novela sin marketing, sin notas de Google, sin presentación en sociedad, distribuida por mano en algunas librerías.
De Santos construye esta novela a partir de lo que suele denominar artista maldito, concepto en que puede caber tanto un cuico como un rasca, con la condición de ser alternativo, muy alternativo. En este caso estamos en presencia de ambas opciones o dos caras de la misma moneda. En un primer momento, el protagonista vive solo, tiene un padre adinerado, estudia danza y es fanático del cine arte y la música docta. Además, una vez por semana lo visita una nana que lo atiende como rey. Como es de suponer, consume droga hasta el delirio y vive en una continua borrachera. Sus dichos son estereotipadamente incorrectos: las mujeres son todas maracas, desprecia a los homosexuales, a los negros y a todos los que se las dan de artistas. Durante gran parte del relato, increpa a los lectores y descalifica su propia escritura.
Sin embargo, este ocioso y delirante adinerado que atrás y emerge una segunda voz, que puede ser el mismo protagonista anterior. Ahora vemos a un tipo encerrado en un psiquiátrico que sobrevive a duras penas en lo económico y que esta envejecido, desgastado física y mentalmente.
Su memoria le trae fragmentos que lo conectan con lo que ya hemos conocido del primer protagonista, como su afición por las gordas, el arte y los continuos dolores de cabeza. El fascismo de ambas voces, la del joven artista o el viejo del manicomio, tiene su origen en la enfermedad. Es lo patológico lo que deriva en un discurso misógino, homofóbico y racista.
Sin duda, Cuando despierto con una puta coloco Brahms tiene innumerables errores redaccionales, pero las compensa con un alto grado de entusiasmo por el arte y su extrema autoconciencia sobre el trabajo literario. Muy pocos, por no decir ninguno, se atreverían a referirse a su texto: " esta mierda", "esta basura". No queda más que aplaudirlo por su exagerada honestidad.
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