Para entender esta película, es necesario situarnos en el contexto social de aquellos tiempos. Hablamos de una época de dictadura (finales de los 70´), de ambigüedades, temores y marcadas diferencias tanto sociales como económicas. Por otra parte es preciso destacar que la concepción machista de la vida estaba aún bastante impregnada en el común de la gente, por lo que ciertos aspectos de la trama probablemente, en ese entonces, no llamaran tanto la atención como hoy de hecho lo hacen. Pareciera ser que con esta obra, Cristian Sánchez (Guionista y director) buscó representar de manera tácita el modo opresivo, angustiante y desalentador en que se vivían los días por aquellas décadas. Completamente sutil pero agudo, el director es capaz de llegar al centro de la existencia misma; del diario vivir de hombres y mujeres que de forma cotidiana se veían azotados por un Chile preso del régimen dictatorial. De ahí se puede tratar de “entender” el hecho de que haya sido prohibida al poco tiempo de su estreno.
Nos encontramos entonces con una película que si bien no cuenta con muchos recursos ni a nivel audiovisual, ni en cuanto a la experiencia en sus actores; se sostiene de un elevado contenido tanto social como crítico, además de la presencia de técnicas que al parecer dan un sello característico a todos los trabajos del autor. En lo particular, me atrevería a decir que es una película recomendable para cualquier tipo de persona, pero principalmente para quienes se autodenominan “amantes del cine” y, aun más, para quienes lo realizan (directores, guionistas y otros), pues otorga una visión distinta acerca de cómo crear y expresar tanto ideas como emociones por medio del cine sin la necesidad de disponer de impresionantes efectos ni recursos.
Hoy en día no es fácil atraer ni mucho menos cautivar a la gente con cualquier tipo de película, pareciera ser que se esperan cientos de efectos especiales, colores bien definidos y bastante movimiento a lo largo de toda la cinta para que los espectadores salgan contentos y con la sensación de haber invertido bien, tanto su tiempo como su dinero. Fácilmente podemos apreciar esto último si prestamos atención al ranking de taquilla de los cines alrededor del mundo; rankings que por lo general son liderados por los exponentes de ciencia ficción, fantasía y acción entre otras. A modo de ejemplo podríamos destacar “Avatar” “…convertida en la película más taquillera de la historia en todo el mundo, tras superar los 1.843 millones de dólares…” , “Harry Potter”, “El señor de los anillos” y “Star Wars”; todas cargadas de impresionantes efectos especiales, espectaculares bandas sonoras e incomparables imágenes fantásticas pero increíblemente vívidas.
“El Zapato Chino” por su parte, es una muestra completa de sencillez y naturalidad tal que bordea lo austero en cuanto a la calidad de sus imágenes (en blanco y negro), por la baja cantidad de música y por la particularidad de tener actores, en su mayoría, poco experimentados. Sin embargo, el contenido presente y el sello que le otorga Cristian Sánchez a su creación cinematográfica, consigue postergar la valoración subjetiva que habitualmente hacemos de aquellos aspectos de tipo audiovisual y de calidad actoral, que se supone conforman una “buena película”.
Nos encontramos en esta cinta con el claro reflejo de una realidad que, en ocasiones a nivel inconsciente, se ha mantenido impresa en los recuerdos de miles de chilenos. Y todo por medio de personajes cotidianos, de escenas de la vida diaria, de diálogos habituales y muchas veces disgregados, de silencios repentinos, vocabularios tipificados (de acuerdo a las clases sociales), además de cortes inesperados que te dejan con la sensación de no haber entendido bien, de que quizás te perdiste de algo, o de que “esto no está teniendo mucho sentido”. Pero es de esta forma cómo el guionista (y director) logra su cometido, cómo envuelve al espectador en una atmósfera un tanto sombría, desamparada y con tintes que tienden principalmente a la aflicción, que implícitamente viven de los personajes, más que al humor; otro componente que de alguna forma, no tan exhaustiva, también integra la trama.
Llama la atención, por otra parte, la relación central que de principio va movilizando la historia: (Marlene) una joven perdida es amparada por un hombre adulto que deposita todo lo que parece ser su instinto paternal sobre ésta que, a la vez, trataba como “sobrina”. Luego de intentar ayudarla, infructuosamente, a encontrar su hogar decide llevarla a vivir con él. Sin embargo, con el pasar del tiempo fue surgiendo en este hombre una obsesión cada vez más sexual por aquella muchacha aparentemente inocente; constantemente le pedía que le diera la “prueba de amor”, que se sacara la ropa, la vigilaba y celaba de cualquier hombre que se fijara o acercara a ella. Y a su vez ella también parecía, en cierta forma, sentir algún tipo de atracción o amor por quien la había acogido, aunque esto no queda del todo claro, ni siquiera al final: cuando él decide que quiere vivir en la maleta del auto y ella, por su parte, resuelve que quiere pasar el resto de su vida con él… Pero lo hace acompañada del joven con quien estaba teniendo una especie de “relación”.
También resulta bastante extraño, bajo una perspectiva actual, el hecho de que la esposa del protagonista no dijera “nada” respecto de esta obsesión que su marido tenía por aquella “sobrina” provinciana. A esto me refería cuando hablé de la concepción machista de esos tiempos.
Marlene, en tanto, resulta un personaje digno de análisis, especialmente por su forma de ser; que va de lo sumiso a lo inesperadamente estricto en cuanto a sus actos y decisiones. Mostrándose a veces tan dócil y manejable que da la sensación de que cualquiera podría aprovecharse de ella, pero en otras ocasiones se muestra del todo recta en su postura y no cede por más que se le pida (como cuando el otro joven, en el motel, le pide que se saque la ropa, pero ella se mantiene firme hasta el último minuto). A instantes da la sensación de ser una persona con ciertas dificultades cognitivas, sin embargo puede tener más que ver con su personalidad introvertida y con el hecho de que viene de provincia que con una deficiencia propiamente tal. Resulta interesante que no se consiga tener claridad respecto de lo que realmente quiere esta joven, pues tiene actitudes completamente ambivalentes.
Respecto del resto de los personajes podría decirse que son bastante característicos de la época: unos más temerosos, otros más sinvergüenzas, algunos insurrectos y otros que se mantienen como en “otro mundo”. Se hace notar la diferencia entre clases sociales y sus distintas problemáticas (tanto existenciales como cotidianas), sus estilos de vida, sus personalidades y vocabularios más, o menos, pulcros.
Y por último tenemos el tema de la “sexualidad” que tan latente está durante toda la película, aunque la mayor parte del tiempo se relaciona con Marlene y las insinuaciones que recibe de parte no sólo del tío, sino también de otros hombres. Así mismo se dan a entender otras vivencias sexuales como la aparentemente existente entre el jefe de los taxistas y la joven mujer que había llegado a vivir con ellos, o entre la mujer de clase alta y el protagonista, etc… Destaco esto pues el tema sexual es un tema que comúnmente está presente en nuestras vidas, pero que por la época en que se hizo la película se podría haber esperado que dicho tema fuera más acotado o incluso “no abordado”.
Otro aspecto que me gustaría destacar, es la forma cómo se usan los “cortes” en las escenas; que inmediatamente dan paso a la parte final de aquel acontecimiento que ha sido “cortado”, como si el objetivo fuera saltarse ciertos detalles (algo así como pasar directamente de la introducción a la conclusión). Un ejemplo claro es la escena en que estaban los dos hombres conversando y tomando, y empiezan a discutir aunque de forma bastante calmada, incluso amistosa; es entonces cuando se produce el corte y se pasa “repentinamente” a la parte en que ya están peleando.
A pesar de las creencias actuales sobre lo que debe ser el “buen cine”, es por medio de películas como ésta, que muchos de nuestros paradigmas pueden caerse de rodillas al suelo; en tanto seamos capaces de apreciar lo real, lo natural y el contenido por sobre la forma. Entendemos entonces que no es necesario un sinnúmero de efectos especiales, muchos colores ni tramas fantasiosas o de otro mundo para lograr una buena película. Aunque claro está que probablemente no se consiga el mismo ranking de taquilla, al menos podemos visualizar algo verdaderamentente distinto, que rompe la barrera de lo cotidiano, dirigiéndose a la naturalidad del chileno común de esos tiempos y eso para mí, es la verdadera intención de Cristian Sánchez. El realizar una película en donde la improvisación es su herramienta fundamental y la simpleza de sus escenas, corresponde a la verdadera realidad que la gente en ese tiempo vivía. Este es el verdadero legado que nos entrega, convirtiendo un sinnúmero de escenas, en bellas obras de arte y motivando al espectador a crear muchas veces un vínculo emocional con lo que para muchos es la verdadera cara de nuestra sociedad chilena.